En México: He crecido a través del sistema de creencias donde no hay impedimentos, y desde infante creo firmemente en las fuerzas místicas así como en los poderes deslumbrantes que una mente libre puede desarrollar. En las hogueras de mi corazón hierven enormes sentimientos de frutas deliciosas como el zapote negro, la guanábana, el tamarindo, la pomarrosa, el mango petacón; triturados con testimonios, xilografías, petroglifos y cosas raras de ciertas pirámides, así como olores a manantiales muy picosos, grutas, cenotes, ríos y erupciones volcánicas.
Mientras las cenizas de la caña de azúcar caen sobre mi cabeza, los pensamientos de bugambilias, golondrinas, gladiolas, colibris, mariposas, pitas de maguey, venados, canarios, colorines, chapulines, tlacuaches, pinoles, moles, gallinas, guajolotes, itacates, ocotes y aguacates; se imprimen en poemas transformando la luz natural en colores, bordados y cantos de mujeres indígenas.
Guardo en el ombligo un códice rupestre de alquimias, así como cuentos de forasteros, leyendas, conjuros, mitos y sepa Dios que mas materia prima reciclada para hacer, armar, coser, pintar, bailar, y fabricar, verdaderas revoluciones de profundas inspiraciones sabor cocoa, cacahuate y chocolate; con húmedos mensajes de bosques, ceibas, y amates. Una verdadera jungla de lagartijas y guacamayas pues.
He vivido una intensa cruzada en busca de la constante aparición de cuerpos luminosos en los cerros, en la mar y hasta en mis sueños de coco en Punta Cometa. Soy pues un molino de pececitos arco iris del caribe. Una gota de rocío en el Maíz. Un tamal de anís, un helado de jícama con limón y chile. Una Luna en bicicleta que gira gracias a la fuerza de no sé que hechizo Azteca.
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